Bernard

Bernard

Le copié la costumbre de guardar determinada botella que disfrutaba con alguien y no se consumía, ese frasco quedaba guardado, como sellado, para solo volver abrirse únicamente con la persona que fue bebida inicialmente, en su casa en Ballenita están algunas de esas botellas, unas tenían firma de Alberto Cortez, otras de personas que no conozco. El valor de la buena francachela se solidifico y quedo comprendido.

No era solo oír, había que escuchar, asimilar y exponer lo que la música trataba de trasmitir, el porque no era frágil, las conclusiones eran ilimitadas y certeras.

No entiendo que motiva a un francés a querer quedarse en Guayaquil, ¡¡¡en el Guayaquil de los 60s!!!, pero las decisiones son secretas y personales.

No creo que la generación que hoy busca consumir contenidos «distintos» haya entendido en esta periodo a un señor sentado frente a un piano, con una muñeca de Mafalda mirándolo, destruyendo un pan para explicar su textura y sabor y hacer que todos lo compremos, y luego presentar videos musicales, tal vez unos seis o siete por programa, una tocada de piano, piezas bastante clásicas y un pensamiento reflexivo al final, los «millenials» de hoy se hubiera atorado…aunque no lo se la verdad, Bernard, como buen brujo que era, podía haberlos dominado.

Fougeres asciende a la categoría de ser mítico de nuestra comunicación, demostrando que sin necesidad de super escenografías o faraónicas producciones podía alojarse en tus gustos y agradarte, por lo que decía y por como lo decía.

Propietario de una cultura suprema, apreciación distinta y valiosa de las cosas, dominador de un idioma que no era el suyo, científico de las filosofías y misterioso para entenderlas, tipo agradable, simpático y tan enriquecedor, te lucrabas de conocimientos luego de una poderosa charla con el.

Nunca quiso apagarse del todo con los medios actuales, el, mejor que nadie sabia como habia cambiado la industria, mucho no le gustaba, estaba cansado y lleva consigo más de diez cirugías en su humanidad, sin embargo su suprema cultura y necesidad de ser parte lo mantienen siempre actualizado de todo.

Una noche con Bernard podía iniciarse con literatura española, cambiar a los tipos de guitarra que usaba Paco de Lucia para luego entrar en territorios de cine africano, hacer pausa para que de sus teorías de grafología y cerrar la cita con algo de historia bélica latinoamericana.

Mejor que lo diga el…

 

No deseo fallecer en la Ciudad Luz sino en Guayaquil, donde estoy viviendo por más de cincuenta y dos años. Cremarán mis restos, me iré esfumando sin tanta alharaca. Tomé hace mucho tiempo conciencia de mi condición mortal, del insignificante rasguño que puedo dejar en el mapa.

La frase trillada de Rainer María Rilke se convirtió en evidencia: “La vida no es un problema a resolver, es un misterio que hay que vivir”. No sabemos cuándo nos tocará extinguirnos, pero debemos seguir ardiendo, consumiéndonos en emociones o pasiones, buscando sin cesar la huidiza verdad.

Aprendí que somos tan solo lo que amamos, no resulta ser tan complicado aquello de convertirnos en buenas personas. Por más que unos desquiciados apachurren con camiones multitudes de seres inocentes, en Niza, en Barcelona, en Londres o cualquier otra parte, degüellen a un sacerdote de 86 años mientras oficia misa, maten de un tiro en la nuca a los cristianos de Siria, por más que otro ególatra amenace con volar el planeta con sus misiles, sigo creyendo en quienes no tienen otra bandera que la del amor al prójimo y proyectan luz en vez de prender incendios.

PD..No pude dejar de ser yo y en el velorio se lo dije a Michelle…que harán con la Mafalda?…si es que no tiene destino fijo…la quiero.

 

 

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