Realmente me hubiese gustado escribir este artículo refiriéndome a algún resultado exclusivamente descriptivo de una competencia, de un partido de tennis, basketball, baseball o del fútbol que apasiona a la mayoría en nuestro país.
Desde hace algunos años hemos sido testigos de un partido nefasto que se comenzó a disputar en lo extra deportivo, un cotejo que se ganaba por una goleada cómoda y sin peligro, pero el trámite cambió sustancialmente, es ahora un resultado altamente negativo, quizá podría ser desconsolador sin opciones de cambio.
Como algunos miles de hinchas del fútbol, puedo recordar con una gran nostalgia, aquellas tardes de fútbol en que asistíamos a los estadios, de chicos acompañados por nuestros padres, con el paso de los calendarios con nuestros amigos y compañeros, un tiempo después pudimos llevar a nuestros hijos, y aunque ahora muchos no lo puedan creer, íbamos a disfrutar de la jornada programada, no importaba cuál fuese el partido, era simplemente eso, con algarabía, con emoción, con la ilusión de un triunfo, que en algunas ocasiones culminaba con una dolorosa derrota, pero nada màs que eso.
El partido lo ganaron los delincuentes, aquellos que se esconden en el anonimato de alguna “barra brava”, ahora tienen más trascendencia que los jugadores de fútbol que van a actuar, que aquellos que podrían recuperarse de alguna lesión, o que quizá pierdan o ganen una titularidad, si tienen más importancia las famosas ruedas de prensa para anunciar operativos policiales, las declaraciones de dirigentes o parte de la prensa sobre lo que podría pasar o evitarse en las tribunas.
El resultado cambió, los “famosos” hinchas propinaron contundentes goles, algunos de macabra factura, ya en 1989 falleciò un hincha en un partido copero, algunos estadios fueron casi destruídos por su iracunda demostración de impotencia, el niño Carlos Cedeño recibió una bengala mortal, en la capital una riña cobrò la vida de otro aficionado, ahora pululan las cadenas, cuchillos, armas de fuego entre los simpatizantes de los equipos, ya no basta con la antigua broma al equipo perdedor, las burlas a los amigos que son hinchas contrarios, ahora hay que agredir, destruír cabinas, hay que destrozar los vehículos, pero no fue suficiente, aumentó la sed de odio, venganza, de estúpida demostración de amor a una divisa, ahora también esa sed de odio, sed de muerte se traslada hasta horas antes de los partidos y kilómetros antes de los estadios, definitivamente el partido es de ellos.
Es evidente que no pudimos alinear el equipo correcto, la táctica y estrategia fue fácilmente detectada, y no supimos esconder nuestras deficiencias para evitar lo que ahora es una derrota por goleada y con humillación. No hemos sido capaces de descifrar que aquellos dirigentes que auspiciaron y auspician a esos “barras bravas”, que aquellos periodistas que avivan el fuego de rivalidad entre los hinchas, que aquellos dirigentes que estiman que el lanzar una llanta o un tanque metálico a una cancha no debe obtener sanción sino impacta o mata a alguien, que aquellos intelectuales del insulto que en las redes sociales demuestran su fortaleza de espíritu, todos ellos fueron autores de NEFASTOS AUTOGOLES.
Ahora, ya muy avanzado el segundo tiempo del encuentro, las posibles acciones de control que se tomen, los correctivos en los reglamentos por parte de los dirigentes, la reflexión y objetividad que debe tener la prensa, el terror instaurado en los hinchas que asisten a los escenarios, todas deberán ser estrategias que podrían llegar a unir denodados esfuerzos para apenas poder ilusionarnos con empatar el partido.
Para poder ganar el match, deben llegar sustanciales cambios en todos los actores del fútbol, principalmente en los dirigentes y prensa, deben sumarse las autoridades de control, y también aquellos aficionados, que felizmente son la mayoría, para identificar y denunciar a los delincuentes, sólo así se podrá cambiar el resultado, por ahora LOS DELINCUENTES GANARON EL PARTIDO Y POR GOLEADA.
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