Los logros de Jefferson siguen siendo reconocidos por el mundo.
Londres 2012: el atleta que encontró la paz al cruzar la meta de primero
Por Matías Zibell
Poseedor de las dos únicas medallas conseguidas por Ecuador en toda su historia olímpica, Jefferson Pérez se impuso en los 20km de Atlanta 1996 y doce años más tarde logró la presea de plata en la misma prueba en Pekín 2008.
Triple campeón mundial (2003, 2005, 2007) es considerado como uno de los mejores atletas de todos los tiempos en su especialidad.
BBC Mundo diálogo con Pérez en su Cuenca natal.
Remontémonos a aquel viernes 26 de julio de 1996 en Atlanta ¿Qué recuerda de ese momento en el que entró al estadio olímpico sabiendo que era el primero y que así iba a cruzar la meta?
Yo no me imaginaba cruzando la meta como campeón olímpico, me empecé a imaginar ofreciéndole a un Dios el talento que él me prestó. Él me prestó ese talento y yo empezaba a pagar mi deuda.
Eso en cuanto al aspecto espiritual, emocional; en cuanto al aspecto físico, totalmente destrozado. Mi corazón estaba a más de 200 pulsaciones por minuto. Mi presión arterial estaba a punto de explotar. Es difícil poder explicar «me duele la pierna, me duele el corazón, me duele el cabello».
Uno cruza la meta con todo el organismo destrozado pero a la vez se encuentra una paz. En mi caso, en el momento de cruzar la meta, era una paz infinita.
Hacía cuatro años habían criticado fuertemente mi participación en los Juegos Olímpicos (Barcelona) de 1992. Entonces todo ese lastre de rencor, de odio, de ira, de frustración, guardado durante cuatro años, trabajando durante cuatro años, al fin me podía despojar de eso.
Ahora ya no había ira, ya no había rencor, había solo paz, equilibrio. De la gente que habló fuerte contra mí, lo único que quería –probablemente- es que ya no hablen, ni siquiera que hablen bien de mí, que no hablen. Porque no lo hice por ellos en particular, lo hice por toda una nación.
¿Al momento de cruzar la meta se es consciente de lo que se ha logrado o recién cuando le cuelgan la medalla al cuello uno lo entiende?
A mí me pasó en el momento en que subí al podio y escuché mi himno. Ahí. En ese momento traté de entender, cuando vi a todo un estadio repleto de pie, escuchando un himno, escuchando una identidad, escuchando una nación. Y todo el mundo observando a través de la televisión.
En ese momento quizás entendí. No era un patriotismo de armas, era un patriotismo de dignidad, un patriotismo de humildad, de representación, de sentirme orgulloso de decir que teníamos las mismas oportunidades de cualquier otro país de intentarlo.
Y fue fantástico cuando yo regresé a Ecuador. La gente superamable, supergenerosa, me dieron un departamento, me dieron una casa, me dieron un carro, me dieron cariño, en los restaurantes no me cobraban, en los hoteles me decían «Jefferson tome la suite».
Todo era como una burbuja y en el medio de eso llega mi hermano con un cassette, un VHS. ¿Qué era eso? Lo importante no era el cassette, era su contenido.
Eran las emociones de la gente llorando cuando yo cruzaba la meta, los periodistas gritando, la gente abrazándose, los que estaban de enemigos juntándose, sintiendo que era una sola nación. Ése es el regalo.
Entonces la medalla no es tan importante. La medalla no es más que la llave de una casa. ¿Qué es más importante, la llave de la casa o estar en la casa y sentirse feliz?
Usted hablaba de su carrera olímpica. Fueron 16 años entre 1992 y 2008. Este no suele ser el caso de muchos atletas olímpicos, algunos tan solo participan una vez en los juegos. ¿Cómo es esto de jugarse todo cada cuatro años?
Yo creo que más allá del tema deportivo es una experiencia de vida. Es lo mismo que le pasa al médico cuando, después de haber estudiado, entra por primera vez a su cirugía, a su cirugía de corazón, y es el primer ser humano que va a tener en el quirófano.
Y por supuesto que se ha preparado, pero a veces uno puede tener la conciencia de que Dios le pone para ese instante, para ese momento. Y ahí no se terminan los sueños del médico, al contrario, ahí empiezan.
Creo que lo mismo ocurre con un deportista olímpico que llega a la Olimpíada. Si logra conseguir la llave de la vida que le va a dar mayores oportunidades, pues ahí recién inicia.
Y si no logra, pues simplemente hay una reingeniería para continuar el proceso.
De hecho a mí me sucedió en el año 2004 que era superfavorito, había roto récords del mundo, gané todo y en teoría esa medalla de oro era mía.
Pero a veces Dios le jala la atención a uno, le reprende un poquito y le dice «necesito que pienses bien las cosas».
Yo recuerdo que en el año 2004 mi objetivo era ganar la medalla olímpica, entrené para eso, estaba listo para eso, mi vida estaba planeada, que iba a hacer esos cuatro años, estaba todo listo y no resultó.
Y ahí aprendí sobre la humildad. Yo me sentía campeón antes de hora. Y creo que ésa es una falta de respeto. Esos son los dos factores que aprendí: humildad y respeto.
Respeto a tus rivales y humildad porque el talento que Dios te da es para beneficio de los demás, no para tú empoderarte de medallas.
¿Cómo va a seguir Londres 2012?
Bueno, tenemos un convenio con un canal americano para ser especialistas en las competiciones de atletismo. Tengo la candidatura para la Comisión de Atletas durante los juegos.
Entonces iré para allá, contento y esperanzado porque creo que particularmente Ecuador este año tiene un equipo muy bueno.
Un equipo que no se formó en los últimos seis meses, un equipo que ya viene trabajando cuatro, ocho años. Puede haber unas sorpresas lindas, que Ecuador por primera vez tenga más que una medalla, probablemente varias medallas. Sería fantástico, sería espectacular.
Y que rompamos ese paradigma de que en el primer caso tuvimos que esperar casi 50 años, en el segundo caso 12 años.
La última pregunta. Usted ama la marcha. Cuándo sigue la marcha, ¿sólo sigue a los atletas ecuatorianos o mira también a otros deportistas latinoamericanos?
Es un deporte de mucha ciencia y análisis. A veces he escuchado a ciertas personas decir «el salto con garrocha es impresionante, tanta biomecánica, tantos análisis». Pues igual en la caminata.
Yo me pasaba alrededor de ocho a diez horas al día haciendo análisis biomecánicos en la computadora. Además de eso tenía ocho horas de entrenamiento tanto físico como psicológico.
Ahora mismo fui a un campeonato sudamericano que hubo en Salinas (Ecuador) hace dos meses, y fue tan espectacular poder ver a un chico de Colombia cuya biomecánica era casi perfecta, creo que se llama Eider, que es el más jovencito del equipo de marcha colombiano.
Yo recuerdo que cuando lo vi marchar dije «¡guau, qué impresionante este chico, cómo marcha de bien!». Y uno de los dirigentes de bastante edad se me acercó y me dijo «así tú marchabas cuando eras muchacho».
Yo me sentí muy halagado porque nunca, honestamente, había visto a un chico con una fuerza tan tenaz, tan impresionante. Fue fantástico ver eso y que alguien diga «tú tenías un talento parecido».
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