Josimar

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Tenía que hacerlo, pensé hacerlo, era una obligación agradable, justa y necesaria…escribir algo sobre José María, la persona que en mis 47 años de vida me enseño y ganó de largo en la materia de amar vivir…no pude, inicie cerca de tres escritos distintos y no daba la talla, estaba perdido, mareado de tristeza…hasta que leí a Mario Canessa y entendí todo de mejor forma.

Hay cosas que solo algunas personas las pueden exponer y transmitir, son elegidos y el Dr. Canessa es el portavoz designado, el señalado para la explicación y reflexión unica…Mario era su pana y quien debía decirlo.

 

 

Es una prueba muy difícil de cumplir escribir la reseña de un amigo. Es una tarea sensible porque nace en el afecto y con mayor razón si la emotividad intrínseca es producida por su ausencia entre nosotros por voluntad divina. José María Andrade Serrano dejó de existir el anterior 2 de noviembre. De un momento a otro sus ojos se cerraron y su sonrisa se apagó.

Quienes estuvieron cerca de él esa fatídica mañana cuentan que se despertó muy temprano y se dedicó a rasgar las cuerdas de su guitarra para cantarle a la vida. Estimulado por el entorno decidió tomar la bicicleta, la montó y comenzó a pedalear, ganándole metros a la calzada. Tomó la ruta impensada. Mientras la vida le generaba energía, el más allá lo esperaba para que su alma la libere y así ponerle un tope. Al final qué culpa o qué importan los años (tenía 60) si solo son la medida de la vida ante la indiferencia de la muerte.

Josimar –como nos acostumbró a identificarlo– disfrutaba más cuando lo llamaban profesor. En su elegante y sincera vanidad se erigía en un enseñante de la asignatura que dominaba: el fútbol. Se había convertido en un docente a diario y advertía a sus oyentes: “Aprendan, que es gratis. Aprovéchenme”. Debo reconocer que era un didáctico por naturaleza; aunque se tituló de técnico de fútbol, creo que sus conocimientos se solventaban en la gran capacidad de observación y de intuición. Su fortaleza era identificar qué quería el rival que tenía adelante; con el tiempo descubrí que se daba maneras para usar esa estrategia para aplicarla tanto en la cancha como en la vida.

Su misión primordial era defender a rajatabla la experiencia y el conocimiento. Se enojaba si algún advenedizo intentaba hacer opinión de fútbol, pero su principal discusión fue sobre la tendencia de filosofías robóticas en el balompié moderno y el deterioro moral que provocaría algún día el desborde económico que vive el fútbol.

Josimar ejerció el periodismo a su manera, es decir, con frontalidad e intrepidez. Solía mencionar que “hasta las pelotas de fútbol ya no tienen costuras y entonces por qué avezados dirigentes tienen que vernos las costuras”. Cuando conocimos lo de la FIFAgate, su expresión fue “se van estos viejos mafiosos (los dirigentes corruptos) unos años a la cárcel, se portan bien y salen libres, pero y el dinero, ¿cuándo lo devuelven? Nunca”.

Su vida como técnico fue corta, pero lo más importante para él fue haber dirigido al Barcelona, el equipo de sus sueños. Contaba que le terminaron debiendo mucho, pero que nunca cobró porque dirigir al BSC no tenía precio y con eso se daba por pagado. Fue designado mejor director-entrenador del país en 1999 por algunos gremios periodísticos. Como periodista deportivo, en los premios ITV 2016, fue elegido mejor comentarista en la categoría radio.

Era también Josimar un trovador. Compuso varias canciones y una de sus más solicitadas es Solo hablamos de fútbol, porque “los problemas de la vida, para después”. Con su voz y su guitarra ganó lo que el pueblo suele dar a los cantantes que sin abolengo hacen vibrar. En una de las tantas jornadas de tertulias, Josimar, ante mi observación de que tal vez su estilo estaba llenándose de arrogancia y que temía que no fuera a caer simpático al oyente, me contestó así: “Si Jesucristo no caía simpático a todo el mundo, imagínate yo”. Hice silencio un momento y le contesté que esa frase ya se la había escuchado a José Mourinho, pero enseguida Josimar ripostó: “Entonces me la copió el portugués”.

En el balompié, el fuerte de Josimar era la táctica. Insistía permanentemente en que todos creen que el fútbol moderno es velocidad y aspecto físico. Decía: “Quien crea en eso, que se dedique a otra cosa, porque la evolución del fútbol moderno es pura materia gris de los DT. O acaso en el Milan de Arrigo Sacchi no se dieron cuenta del achique hacia adelante, con su equipo jugando en pocos metros de distancia para así ahogar al rival. ¿O piensan que Guardiola cayó del cielo? Quien considere que ese Barcelona era una reunión de grandes jugadores, que se dedique a otra cosa”.

Su última participación en la radio la hizo el 1 de noviembre pasado. Llegó muy temprano y sorprendió por su elegancia: bien trajeado, con un terno gris, dijo que iba a asumir la dirección del programa para que se dieran cuenta de que iba a ser el mejor de la década y apenas pudo sentenció: “En Guayaquil se le extravió la Copa Libertadores al BSC y que no alcanzaba el mea culpa de Almada”, y remató: “Ahora a esperar 19 años más”.

Aunque Josimar aparentaba ser impertérrito, era muy emotivo. Sus gestos fruncían sus facciones, pero su personalidad no mostraba arrugas. Eso le ayudó a tener muchos amigos, cualidad innata porque decía la palabra más expresiva para que pienses dos veces qué contestarle. Era un gran cazador de objetivos. Él se autocalificaba como callejero, porque aseguraba que las cosas que sirven para cuajar el alma se aprenden en las esquinas,

En ese último programa hizo y dijo cosas que recién ahora las entendemos. Afirmo que en su dirección había utilizado la teoría del caos, porque el desorden no implicaba confusión y que la realidad es que vivimos sumidos en el engaño del orden. Si nada es previsible, cómo se puede ser ordenado, y así dirigió el programa. Pero lo que me impactó es que un posible veredicto superior le hizo mencionar una frase lapidaria que aún me estremece: “Algún día llorarán para que vuelva al programa, pero no volveré. No volveré nunca”.

Y se fue para siempre. Ahora muchos lo hemos llorado y sus seguidores le cantan: ¿Qué hay, amigo, del otro lado del silencio? Otros le escriben: “La frontera de los sueños está en el infinito, porque no hay barreras en el horizonte para un corazón que siempre estuvo lleno de libertad” como el tuyo, Josimar.

Su esposa Julieta, me dijo llorando: “Estoy feliz de haberlo conocido y amado, pero muy triste porque hice una rutina afectiva dedicada a él, y ya no la puedo cumplir”. Josimar con su partida desvaneció ese ramillete de ilusiones, ideas, promesas y planes. Todos desaparecieron como globos con helio. Tal vez su deseo de llegar a viejo y seguir hablando de fútbol fue su principal desiderátum (aspiración no cumplida). Eso nos lo deberá; por lo demás cumpliste. Así que, querido Josimar, descansa en paz. Como escribió el uruguayo Eduardo Galeano: “Solo los tontos creen que el silencio es un vacío. No está vacío nunca. Y a veces la mejor manera de comunicarse es callando”. (O)

En su última emisión radial Josimar dijo una frase lapidaria que todavía me estremece: “Algún día llorarán para que vuelva al programa, pero no volveré. No volveré nunca”.

TOMADO DE DIARO EL UNIVERSO, COLUMNA DE MARIO CANESSA

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