El derbi del Astillero. Guayaquil (Ecuador)
POR: raticosdefutbol
Es jueves por la noche y el sábado vuelo a Ecuador. En mi camino a Las Galápagos hago una parada de dos días en Guayaquil y busco por Internet si hay algún partido de fútbol ese fin de semana en la ciudad. Bingo ¡… En Guayaquil hay dos equipos, el Emelec y el Barcelona (Barcelona Sporting Club)…y justo se enfrentan el próximo domingo. A la llegada a Guayaquil interrogo al taxista que me lleva desde el Aeropuerto José Joaquín de Olmedo hasta el Hostal Manso en el malecón de Guayaquil. No vaya usted a ese partido, que seguro que hay relajo – me advierte el taxista. En ese punto ya me podía imaginar que “relajo” no consistía en 20.000 ecuatorianos con camisetas de dos colores diferentes practicando Tai Chi. Pero me inquietaba saber el certero significado del termino -probablemente “buscar y repartir hostias”-, y no había mejor manera de descubrirlo que asistiendo al día siguiente al estadio George Capwell, feudo del histórico Emelec, equipo fundado en 1929 por el americano que da nombre al estadio y propiedad de la EMpresa ELECtrica Ecuatoriana (en México existe un paralelismo con el Necaxa, equipo del DF también propiedad de una compañía eléctrica y fundado por un inglés en 1023).
Detrás de la fundación del Barcelona Sporting Club, en 1925, está unos señores catalanes que dejaron los colores de la señera en el escudo del equipo. El escudo de Emelec presenta unas estrellas que recuerdan a las de la bandera americana de su presidente. Los símbolos del colonialismo aún existen en Ecuador y en cierto manera, a modo de multinacionales, el colonialismo también. A los seguidores de Emelec los llaman “los millonarios”, nombre no muy desacertado teniendo en cuenta el origen yanqui del equipo. A los del Barcelona le llaman “los toreros” y en esto si que han patinado ya que de aquí a nada en Cataluña solo se podrán torear turistas borrachos por las ramblas. El domingo por la mañana paseo por el malecón del río Guayas donde camisetas azules (Emelec) y amarillas (Barcelona) pasean y conviven relajadas, que no con “relajo”. Se veían parejas cogidas de la mano, cada uno con la camiseta de un equipo. Grupos de amigos sonriendo, unos de amarillo, otros de azul. Así que la rivalidad no parecía tan fiera como la pintaban….al menos por El Malecón. Al rato paso un bus con gente sacando medio cuerpo por la ventana, vestidos de amarillo, cantando al son que le marcaban unos bombos. Desde el paseo, unos le aplaudían, y otros les lanzaron unos OVNIS (Objetos Volantes No IdentificadoS) (alguna zapatilla me pareció ver). Al amparo de una sombra observo la corrientes del rio guayas, enviando agua dulce y plantas acuáticas al Pacífico, y otras que traen agua salada desde el golfo de Guayaquil. Con el sosiego que da la soledad y el fresco que daba el ficus reflexiono sobre los derbis: Es curiosa la capacidad del ser humano de alimentar el odio hacia lo mas lejano y hacia lo mas cercano. Menudos bípedos malasangre estamos hechos, cualquier distancia es óptima para soltar mamporros. El partido comienza a las 5:30 de la tarde. Me recomiendan llegar al estadio como 4 horas antes si quiero encontrar entradas. Como el estadio está en un barrio alejado del centro, me recomiendan que use el taxi para adentrarme en territorio comanche. Desde que llegas a Guayaquil todos te hablan de la inseguridad en las calles, quizás estén un poco paranoicos pero no hay que ser un lince para darse cuenta que en algunas calles el ambiente esta pesado. Busco en mi mochila mis peores ropas. Bermudas desgastadas con un siete en el muslo y camiseta con el cuello que parece comido por ratones. Meto una cámara pequeña en bolsillo de las bermudas y me miro al espejo para ver si puedo pasar inadvertido o si llevo un cartel en la cabeza que dice Gringo despistado (y además no es pecado robarle por la cara de palomo que tiene). Al llegar al estadio, le pido al taxista que me baje un par de cuadras antes porque bajarme en taxi en la puerta del estadio sería ponerme yo mismo el cartelito. Me aproximo poco a poco al tumulto. Pronto se escuchan a los primero vendedores…Palco, Palco, Tribuna…Preferente, Palco, Palco. Me siento en un escalón. Analizo el entorno. Disimulando, me observo lo pelos de las piernas como si acabara de descubrir su bello…..coño si algunos pelos de mis piernas son pelirrojos (me sorprendo a mis mismo). Me acerco a un comprador y directamente le pregunto como si supiera de que va la cosa… a cuanto vendes el Palco compadre?.
-A 20 dólares, me contesta, y veo que el precio de la entrada marca 15. No esta mal, pienso. – Es la mejor entrada que tienes?.
–Si . – Se ve bien desde ahí?.
– Si. Tiene asiento?-
– Si. Están numeradas entonces?
– Si. Es mejor que noseque?
– Si. Esta mas tranquilo que nosecuantos?
– Si. Convencido de la inutilidad de mi interrogatorio compro una entrada de palco y me marcho a comer a un barecito al que le había echado el ojo por el camino. El Bar, llamado “Las Tres Delicias”, mostraba las banderas italiana, española y ecuatoriana en su rótulo, y tenia dos mesas metálicas en la acera, juntas una al lado de la otra. En la esquina, un señor mayor, abuelo seguramente, se comía una sopa de gallina con la mirada perdida dentro del cuenco. Como podía ser de mal gusto separar una de las mesas, me siento en la otra esquina mientras con gesto de referencia le saludo a la vez que implícitamente le pido permiso para sentarme. El, cuchara en mano y fideo colgando de la boca, asiente con la cabeza aprobando mi acto. Pido Ternera con menestra (la menestra de allí son frijoles y arroz blanco), un platito de patacones y un jugo de guayaba. Aun no me habían servido y un chico con la camiseta del Barcelona de Guayaquil se sienta justo enfrente y avisa al camarero. También se pide un caldo de gallina. Ni el abuelo ni el chico me hacen ni puto caso. La gallina es lo primero. Llega una pareja con una niña y se unen a la mesa. Yo con tanto reparo por compartir la mesa con el abuelo y ahora parecemos una familia en comida de domingo. Después de un rato de cortesía, y satisfecho por ser ignorado, no puedo evitar buscar la conversación…mi acento y mi actitud me delatan. – Pero usted viene solo por aquí por el barrio?- me preguntan sonriendo. Nos interrogamos mutuamente, con ansiedad al principio, con sana curiosidad mas tarde. El abuelo es el que menos participa. Al terminarse su sopa comenta que en este restaurant cocinan muy bien y se pide otro jugo. El chico me comenta que no se me ocurra entrar al estadio en la zona del visitante, la del Barcelona, porque puede resultar peligroso. Le comento que yo fui con la hinchada de Boca al estadio del Racing de Avellaneda y que nos tiraban sillas enteras. El chico asintió con naturalidad. Como si le hubiera comentado que de la uva viene el vino. La sobremesa se prolongo agradablemente, hablando desde del dulzor de la papaya, hasta del tsunami de Japón y del terremoto de Lorca donde hubo ecuatorianos afectados. Por cierto dicen que Guayaquil, en zona tectónica caliente, no tendría escapatoria en caso de tsunami ya que esta rodeada de agua y no hay altura a la que arrimarse. Ellos bromean y dicen que tiene tablas de surf en los tejados. A pesar del largo almuerzo, aun me queda tiempo. Le doy una vuelta al estadio y veo policía a caballo cortando la calle por donde entran los jugadores. Entro a un cibercafe donde la dueña mira a todo volumen videos de youtube con las canciones de Emelec. Entra un chico y le dice a la mujer que le falta alguna moneda para la media hora de Internet, pero que se ha dejado la partida a medio, bla, bla, bla…. La dueña, con cara de administradora de justicia, le pregunta si es Emelexista. El chico contesta que sí. Entonces la señora le dice que si le canta una canción de Emelec que le deja una hora gratis en una “máquina” (ordenador). En ese punto, yo y mis compañeros de Cyber soltamos los teclados y nos giramos para ver si el susodicho chico, pasado de kilos por cierto, supera la prueba. El muchacho dice que se las sabe todas pero que en ese momento no se acuerda de ninguna. La mujer estudia la pobre respuesta en silencio y decide regalarle la hora, posiblemente mas por desgraciao que por emelexista. Faltando mas de una hora para el comienzo decido entrar al estadio..me sorprendo al ver larga colas en la entrada. Los cacheos son tan exhaustivos que la entrada al estadio es lentísima. Un cartel de prohibido me llama la atención. “Prohibido ingresar de amarillo”. Ya cerca de la entrada, unos niños negritos piden a los adultos que los tomen por el hombro y los pasen, ya que al parecer los niños acompañados entran gratis (Eso me recordó a algún momento de niñez, pidiendo ser adoptado por 30 segundos para entrar en La Condomina, y si era en la grada de butacas mejor). Los niños poco a poco encontraban un mano que se posara sobre su hombro. Todos menos uno, que era un niño grandote, ya cercano a la edad de su primera Manuela. El pobre chaval era rechazado por todos, y es que algunos de “sus papas” tenían su estatura. Y allí me fui yo, salvador, para decirle que yo lo intentaría. El chico, llamado Jorge, pasa por delante mía pero a mi me paran porque me había confundido de puerta. Los dos patrás y Jorge que me quería matar con la mirada. En la cola correcta Jorge aguanta estoicamente una media hora de espera pero ya en la entrada la portera me dice que el niño “esta muy grande” y que si lo deja pasar a ella le llamarían la atención. Fallidos un par de recursos diplomáticas express, le doy a Jorge 10 dólares para que se compre la entrada mas barata. Me da las gracias y se va corriendo…no se si a por la entrada, a comprar buñuelos con chocolate, o a por otro adulto inocente. Entro a la zona del Palco Pio Montufar. Donde esta el asiento que corresponde a mi entrada?. No lo tengo claro. Un empleado del estadio se queda perplejo ante mi pregunta, y uno mas vivo que pasaba por allí me dice que cada cual se busca su asiento, que no están numerados. Así que de imaginarme en un palco de confortables asientos numerados, con azafatas ofreciendo cervezas y canapés, me veo en un fondo lleno como una piojera y con el sol de frente castigando a la grada. Obviamente, el significado del término ”palco” en Ecuador ha crecido abarcando otros conceptos. Todos los días se aprende algo, y algunos demasiado. Parece que hay unos asiento libres mas abajo en la grada, cerca de la valla que la separa del campo. Tomo asiento y saludo a mis vecinos. Desde la grada de arriba caen vasos de plástico, solos o con algo de cerveza. También caen botellas de plástico y agua. Le pregunto al compadre de al lado que por qué hacen eso los de arriba, si todos somos emelexistas en ese grada. Entonces me apunta a dos chicos con camisetas amarillas que había unos asientos mas allá. Ante la presión, los chicos se quitan las camisetas y la grada aplaude. Dos infiltrados borrados del mapa. Ahora toca buscar a los barcelonistas camuflados, y los candidatos son lo que no van de azul. Me observo mi polo, de color azul verdoso y me asalta la duda. Una botella de plástico abierta y con agua sobre mi cabeza me despeja la duda…soy sospechoso. Le pido cobijo al vecino y me meto bajo una bandera del Emelec con la que nos protegemos del sol lanzando una señal emelexista a la justiciara grada de arriba. Tras mi “jura de bandera”, me dejaron en paz el resto del partido. Salen los jugadores y kilos de polvo azul flotan por la grada. Un minuto mas tarde pelo, piel y ropa están cubiertas de este polvo. La gente, con normalidad, se sacude el polvo y queda azulada. Pienso que el espíritu de Pio Montufar se estaba riendo de mi. Empieza el partido. Una de las gradas laterales, la tribuna San Martin, es para los aficionados del equipo visitante. Los seguidores del Barcelona, apoyados en varios tambores y platillos, cantan como poseídos mientras saltan y bailan. El ambiente es fantástico. Hay demasiadas bengalas en el estadio, afortunadamente ninguna cerca. Los aficionados y los cientos de policías que los vigilan parecen haber olvidado ya la tragedia del 2007 cuando un niño de 12 años, Carlos Cedeño, murió en un derbi del astillero por el impacto de una bengala. Increíblemente, en el 2007 estaban prohibidas en los estadios de Ecuador. En el 2011 también.
Las gradas azules de Emelec cantan: “Y ya lo ve…. Y ya lo ve… Es el equipo de Emelec”. Las gradas amarillas del Barcelona cantan: “Yo solo quiero darte mi vida, ir a cantarte una canción, colgar un trapo y que este diga que yo te llevo en el corazón, hay que poner un poco mas de huevos, vamos Barcelona que hay que ganar”. De fútbol poca cosa…Fútbol trabado y en cada equipos dos dieces, Rodrigo Marangoni en el Barcelona y Edison Mendez en Emelec, que ponen detalles de calidad. Cada uno marco un gol de penalti para dar el empate a uno final. A mi entender, ninguno de los penaltis existió. También me llamaron la atención los centrales. Hurtado, ex del Real Murcia, fuerte como una roca con 37 años. En Emelec, Marcelo Fleitas, argentino nacionalizado ecuatoriano, seguro y elegante. Cuando Marangoni marca el 0-1 de penalti, se acerca hacia la tribuna San Martin y a la primera persona que abraza es un espectador que salta al terreno de juego. El espectador continua dando abrazos al resto de jugadores amarillos que se acercan, pero se gira para abrazar a uno de ellos y se sorprende al verlo con peto amarillo, casco, escudo y porra. Shit ¡ Es un policía. Porrazo en las costillas, al suelo y a salir esposado del estadio bajo el vitoreo de la tribuna San Martin. El partido es aburrido. Una mama joven de la fila de abajo decide darle pecho a su bebe. Los de la fila de atrás, observamos el acto con ternura. La razonable distancia focal impide distinguir quien dirige la mirada tierna al bebe y quien al pecho de la joven. Hay vendedores por las gradas. Me tomo una vaso grande de cerveza fresca y un vasito de maní con un chorrito de lima que comparto con el compadre de mi derecha, escueto en palabras, pero cercano en gestos. El arbitro pita el final del partido y los aficionados del Barcelona deciden celebrar el empate haciendo fuego en la tribuna. No me lo puedo creer. El fuego es extenso. Intuyo como una E tumbada dibujada con fuego. Se acercan los bomberos y los reciben con lluvia de objetos. Puro “relajo”. Al día siguiente busco en la prensa local la mención al suceso del fuego. Nadie comenta nada. Debe ser normal. En el diario “El Comercio” leo: “..lo lamentable se produjo al final, cuando miembros de la policía procuraron contener a los canarios con gas pimienta. Esto se dio al final en la tribuna San Martin, mientras los hinchas buscaban salir del estadio.” A juzgar por la prensa no hubo ni fuego en la grada ni hostilidad de los hinchas a los bomberos y a la policía. Juzguen ustedes miren mas abajo el video que grabé aquella tarde al final del partido en el estadio Capwell. Salgo del estadio con cierto temor al «relajo», pero parece que me protege mi aspecto sudado, mis ropas gastadas y mis manchas de polvo azul. Me alejo un poco del estadio y de hecho tengo dificultad para que me pare un taxi. Frenan, me miran el aspecto, y continúan su marcha. Finalmente, un taxista con el taxi en movimiento decide subirme después de escuchar mi acento desde la distancia. El taxista me dice que es peligroso subir pasajeros en esa zona. Al escuchar eso me siento alagado, y recuerdo la palabras de Charles Darwin que recientemente había leído que con motivo de mi inminente visita a Las Galápagos. “ No es el más fuerte de las especies el que sobrevive, tampoco es el más inteligente el que sobrevive. Es aquel que es más adaptable al cambio” (Charles Darwin 1809-1882).
VIA: @rarosemena11
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