La casa de mi abuela

La casa de mi abuela

Por Fred Mazzini


El inexorable paso del tiempo no ha cambiado su fachada, por el contrario la ha mejorado una vegetación que parece abrazarla y hacerse de ella.
En el patio trasero no ha crecido el gris, y el verde se halla por doquier, al punto del fruto mágico y las hortalizas extraordinarias.

Muchos han vivido ahí y sus huellas imborrables han dejado vida almacenada.

Ellos ya dispersos solo cuentan anécdotas de vivencias extraordinarias y así los primos se aprecian casi como hermanos.

Su arte quizás proviene de creativos que la habitan: un fotógrafo profesional, un creativo de primera, un doctor disciplinado , una profesora de danza y dos nobles e inglesas hermanas atentas y consecuentes, que vienen, van y devuelven el cuidado y la buena crianza a dos hermanas centenarias que se niegan a cualquier cambio.

He ahí el tributo al Capitán.

Esto no se trata de una sentencia, sino es tan solo una impresión.
Hay casas que provocan frío, pero aquí da calor.

FRED MAZZINI


«Perseguimos a la modernidad en sus incesantes metamorfosis y nunca logramos asirla. Se escapa siempre: cada encuentro es una fuga. La abrazamos y al punto se disipa: sólo era un poco de aire. Es el instante, ese pájaro que está en todas partes y en ninguna. Queremos asirlo vivo pero abre las alas y se desvanece, vuelto un puñado de sílabas. Nos quedamos con las manos vacías. Entonces las puertas de la percepción se entreabren y aparece el otro tiempo, el verdadero, el que buscábamos sin saberlo: el presente, la presencia”.

OCTAVIO PAZ, fragmento final del discurso de agradecimiento a la entrega del premio Nobel de la Literatura, Diciembre 8, 1990

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