Siempre considere que el termino gris se lo usaba únicamente para decorar literariamente algún relato, pero puedo tener total garantía que la noche en la que Checo me dio luces y caminos de otros colores para analizar el arte, la noche estaba gris.
Circunstancias ajenas emocionalmente, alejadas totalmente del concepto de este escrito, me rodeaban aquella noche que llegue hasta al MAAC, Hugo Idrovo volvía a su natal Guayaquil a dar un concierto después de algunos años de destierro de los escenarios de la perla.
Un pasaje del recital de Idrovo nos embarcó en una de sus canciones, dueña de diferentes personalidades y poderes transportadores.
Checo estaba sentado a mi lado. Incapaz de separarse de su libreta tradicional, esas fabricadas por sonapal, estilo espiral y donde diagrama y escribe todas las reacciones que le generan estos espectáculos. En ese preciso momento del show que me dijo:
«Sentiste el dolor que emitió?, te diste cuenta como nos dio una muestra del dolor indígena con ese grito de la canción?»…
Era totalmente cierto, había algo más que música en la canción de Hugo presentaba.
Checo me dio rutas agradables para ver la música desde todo tipo de ángulos.
No tenía idea de como escribir este post, estuvo parqueado en la bandeja de entradas guardadas por algunos meses.
¿Qué, cómo y porqué escribir de Checo?
¿Cómo empezar?
¿Relatando porque lo conozco?
¿Lo que se de el?
¿El porque me cae bien?
No se que decir la verdad, y es que muchas veces cuando alguien quiere exponer el perfil de alguien, dedica largas y arrogantes líneas para explicar y poner en consideración de todos la entrañable amistad que tiene con tal o cual persona. Introducciones de corte personal que muchas veces llegan antes de escribir lo que se debe tratar de vomitar en sentimiento literario. Siempre habrá dificultad al tratar de ponerlo en papel, de transmitirlo mediante un resultado que deje sinceridad y algo de reflexión plena, no hay reglamentos fijos, lo esencial será escribir lo que desborde el alma.
Mi primera afinidad en conversación con Sergio Pérez surgió por contenidos musicales, historias, leyendas y hechos históricos de protagonistas de la música mundial, donde incluso el había sido participante directo.
Cuando tienes menos de 20 años y conoces a alguien que estuvo en Woodstock, es casi como conocer a un superhéroe, al gurú, al hechicero real.
¿Cuánto gasté?…niña!, todo era gratis, incluso las drogas; así respondió a una sana periodista que
averiguaba detalles de los festivales de música que Pérez organizó o asistió hace algunas décadas.
Pocos los saben; pero puedo dedicar horas, sin importar el entorno, a hablar de música, sus intérpretes, historia, detalles, datos y todo lo que tenga que ver con este arte. Muchas veces prefiero este tema antes que el deportivo.
Con Checo solemos transitar por ambos barrios, el solía contarme las interminables tardes en que su padre lo llevaba a ver juegos-dobles en el viejo Yankee Stadium o derrochaba pasión y conocimiento pesado por el boxeo, mientras el buscaba llegar a mi con estos detalles de su vida, yo lo contratacaba con preguntas relacionadas con Miles Davis, los Allman Brothers, Country Joe and the Fish, Woodstock; solidos rounds de preguntas con alta carga de contenido vivencial.
Checo se dio el lujo de llevar a Miles Davis a tocar al sur de EEUU en una época en que esa situación era considerada improbable, digo se dio el lujo, ya que fue el quien lo contrató y organizó el show.
Otro connotado artista se llevó en su maleta un cheque sin fondos emitido por el protagonista de este escrito.
Gracias a sus recomendaciones llegué a los Allman Brothers, supe y pude asimilarlos mejor por las historias que solo el supo narrar.
Y ni hablar de su relación con la organización de las panteras negras, imagen de comunista y revolucionario que le valió represalias de parte del gobierno de EEUU.
Cuando lo llevé en una oportunidad a la radio, logramos hacer uno de los mejores programas que hemos grabado en los últimos años.
La historia de los sonidos que logro escuchar. allá por los 60s, de una naciente banda llamada Pink Floyd o cuando vio una marea de gente ponerse de pie en Woodstock, con una sincronización perfecta, con los primeros golpes a los cueros de la percusión de Santana. Historias bien descritas y con el beneficio de que quien las contaba, había estado ahí.
¿Será que soy un conversador empedernido?, ¿O será porque valoro sus vivencias y forma de apreciar el arte? no lo se, simplemente disfruto de charlar con Sergio.
Ultimamente mis encuentros con el se han convertido en la oportunidad precisa para que Checo me transforme en una especie de central de quejas relacionadas con la conducta de uno de sus mejores amigos(el cual resulta ser pariente mío), cada vez que me lo encuentro me da risa como se queja de su pana, tal y cual se quejaría un esposo de los temas de su compañera de toda la vida.
Checo, quien fue por años asiduo a la práctica de una vida disipada, privilegiada y últimamente compleja, no oculta nada sobre quien es, pone un cristal bien limpio delante de su semblante para no engañar a nadie con su pasado, presente y futuro impredecible.
Cada vez que llegue a sus manos una edición de diario El Universo, en la sección de espectáculos, crítica de recitales, tenga en cuenta muchos de los aspectos que seguramente viven en la cabeza de quien lo escribe, lo que vivió la noche que acudió a explicar y relatar, con comentario incluido, ese show elegido. Es bastante benevolente, sensible al arte, sabe respirar lo mejor de el y exponerlo de manera fresca en el papel que muchas veces leemos.