Urdesa en los 80s

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Chaplok, chaplok, chaplok… la llanta desinflada de una vieja bicicleta Chopper roja rodaba por las calmadas calles de Urdesa en la plácida década del 80.
El destino era el taller de “Pajarito”, el palacio de la reparación de bicicletas del barrio.

La
magia del encargado del centro era única; habitaba en un terreno
saturado de piedras, una tela sujetada con piolas deshilachadas, rancias
cajas de madera; un científico de bicicletas lleno de grasa desde los
pies hasta la cabeza y con un récord sobresaliente de rescate y cirugías
efectivas de estos artefactos.
Un par de sucres bastaban para inflar o reparar la cadena del elemento que nos permitía circular por el barrio.
Una
vez ejecutada la reparación existían algunos destinos en la zona, uno
de los que reunía varias personalidades era el “Big Mac”, una suerte de
fuente de soda que ofrecía hamburguesas con grasa para esta vida y la
otra, acompañada de una mayonesa seductora que enviaba su aceite directo
a la cara para transformarlo en amarillosos y tucos granos.
Surfistas, motocrosistas y beisbolistas dominaban la acera del lugar donde también se vendía cerveza a 25 sucres.
Soportes,
muros y barrotes tipo rejas servían de sillas y lugares para descansar
mientras se lanzaba todo tipo de opinión sobre los temas del momento.
Había
terror por una nueva enfermedad llamada SIDA, se comentaba sobre el
video de una italiana llamada Sabrina que salía en el show de Bernard y
en cual se podía ver un fragmento de la teta de la intérprete, panas
llegaban de EEUU con cassettes de betamax grabados con programación y
videos de MTV.
Quienes
lograban el permiso de sus padres para usar el carro de la casa,
aplicaban la vuelta repetida por la Víctor Emilio Estrada, bautizada el
tontódromo, por las constantes vueltas que se daban a lo largo de esta
avenida. Mas allá, al norte, quedaba Miraflores, sector de beisbolistas y
sede de la  canchita(hoy Fundación Honorato Haro), dominios de
Moliendro y Mafafa y un negocio ilegal, el cual es mejor no recordar.
Las
calles no tenían esa seria infección delincuencial que luego germinaría
con fortaleza, el transitar en bicicletas era seguro y una sana
puñetiza era el evento esperado del fin de semana cuando la cita para el
pugilato se daba siempre el domingo después de la misa.
Común
era ver hordas de colegiados que salían caminando del Cine Maya y
hacían escala en el Super Burger(hoy Burger King). Los más chiros
paraban solo a pocos metros, en el ya mencionado Big Mac.
El
Policentro se prestaba para pasar la tarde a la salida del colegio, con
cines incluidos dentro del centro comercial que ofrecían dos películas
continuas.
De
vuelta en el barrio, el parque de Urdesa albergaba conciertos gratuitos
organizados por ACCUR, institución que también tenía en su agenda el
desfile anual por las calles de la zona.
El
regreso a casa en aquellas noches de veranos guayaquileños era algo de
frio, los vientos de agosto eran profundamente agradables, se caminaba
sobre la quietud soberana que ofrecía el barrio. Otras tantas veces, si
la distancia era mayor, nos ubicábamos en la esquina de la calle de
origen del retorno y “hacíamos dedo”, la oferta de gente que se ofrecía a
llevarte es digna de recordar y aplaudir, gente sana que ayudaba a
cualquier joven que pedía ayuda en la movilización.
Urdesa era la zona, hogar y entorno para vivir y dejar vivir….
TOMADO DE: www.gkillcity.com

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