El rostro de Amare Stoudemire transmitía frustración con la misma velocidad que Usain Bolt corre los 100 metros, las gotas de sudor se deslizaban por su rostro, cual chorro de las cataratas del Niágara; no existía en ninguna despensa el bálsamo que pudiese mitigar su decepción por perder seis partidos en fila con su equipo...