Viví cerca de dos años en Venezuela, recuerdo haber presenciado la fiebre que hay en ese país por el béisbol y los reinados de belleza.

La mujer venezolana sueña con ser reina de belleza, como sueña el argentino el jugar en su selección de fútbol.

En tantas tardes que pase caminando por diferentes calles de Maracay, Valencia y tantas otras comunidades venezolanas, siempre hubo algo que llamo poderosamente mi atención: ¡¡Que rabos que tenían esas mujeres!!

Bromeaba con mis amigos venezolanos y solía decirles: «Deben ser las arepas chamos», no encontraba otra razón para que exista tanta uniformidad general en esta atractiva parte de la fémina venezolana.

El tiempo ha pasado desde aquellos paseos por calles llaneras y ahora, años después, he vuelto a sentir esa misma impresión rabologica, con una única diferencia, esta vez llega vía Colombia.

Soy yo?, o es verdad que las vecinas tienen lo suyo en la retaguardia?

En cada desfile salvaje(hoy organizados con mayor frecuencia que antes) de lencería, las colombianas destacan por la calidad de tamaño de sus potos.

Hay mas material para escoger y el producto final es lo que nos impacta, debe ser eso.

Esta vez no creo que sea el café o aguardiente colombiano el responsable, uno que otro bisturí y la sabia y generosa naturaleza.

Aplausos!!!