La liga inglesa, Capello, los árbitros y casi todos los técnicos españoles, hartos de las falsas lesiones para detener el juego
Los entrenadores de la Primera División no tienen intención de cerrar «un pacto entre caballeros» para acabar con «el uso fraudulento y malintencionado» del ya rutinario «gesto de cortesía» de tirar la pelota fuera cuando un contrario está en el suelo. «Sólo faltaba que los técnicos tuviéramos que legislar», argumentan, aunque conceden que el asunto «es preocupante». Y es que «el fútbol ya casi no es fútbol», diagnostica un veterano de los banquillos, que confiesa que ningún colega le ha sugerido un acuerdo «hasta el momento». En Segunda sí ha prendido la consigna Mendilibar, el técnico del Valladolid: «No se para nunca el juego. Pase lo que pase».
Lo que no quiere decir que los de Primera no estén «hartos» de las simulaciones «continuas», según denuncia el preparador del Mallorca, Gregorio Manzano, que pide una normativa «desde estamentos superiores». Manuel Díaz-Vega, director del comité técnico de los árbitros, cree que ya hay una norma «muy clara». Y que esa regla señala al árbitro, que es «el que debe parar o no el juego».
Bernd Schuster, el entrenador del Getafe, se quejaba amargamente el pasado domingo. Mientras se gestaba uno de los tantos del Valencia, un futbolista suyo yacía en el césped de Mestalla. «Si hubiese sido al revés, el público no habría dejado comenzar la segunda parte», dijo el alemán, que calificó la actitud del Valencia como «lamentable». Vicente, que fue quien prosiguió la jugada, alega que no vio nada, pero que su compañero Villa sí vio como el caído miraba «por el rabillo del ojo» para ver si echaban «fuera» la pelota.
Algunos denuncian que el caer aparatosamente al suelo, como fulminados por un rayo, «se ha convertido en otro recurso más de algunos preparadores». «Picaresca», lo define Quique Sánchez Flores, el entrenador del equipo valencianista.
En Segunda, la inicitativa del técnico del Valladolid, José Luis Mendilibar, de advertir de que sus jugadores no interrumpirán el juego ha creado escuela. Hace dos semanas sucedió en Cádiz. Oli, el del conjunto andaluz, y Lucas Alcaraz, el del Murcia, pactaron no hacer caso de esos súbitos y sospechosos desvanecimientos. El asunto acabó en una bronca entre jugadores y en el alboroto de la grada.
En Segunda B, los equipos andaluces, doce, han dado a su decisión un timbre burocrático. Ayer avisaron con un comunicado: «Ante la reiteración de la ficción en las caídas, hemos acordado continuar la jugada y dejarlo al criterio del árbitro».
No son los primeros. El curso pasado, Fabio Capello, tras un episodio oscuro contra el Lazio, avisó: «Nadie de mi equipo [el Juventus] lanzará la pelota fuera». No consta que lo haya implantado aún en el Madrid.
Lo mismo han decidido en la Liga inglesa, un campeonato especialmente refractario a los trucos antideportivos. También en el torneo español de fútbol-sala. «Se hace desde este año», explica el seleccionador de este deporte, Javier Lozano, «porque el pasado, en un partido de Copa, había tres jugadores solos frente al portero y cuando iban a marcar un rival se tiró al suelo». Entonces se lanzó la pelota fuera. Pero fue la última vez. «Era una tomadora de pelo», sentencia Lozano.
Manzano pide que una comisión se reúna y analice estas jugadas. En su opinión, hay equipos que se tiran «más de siete veces por partido». Díaz-Vega simplifica algo más el debate: «Hay una norma muy clara, la quinta, que dice que el árbitro tiene la potestad de interrumpir el partido si cree que hay un lesionado». Para él, la polémica es artificial. «Es un gesto hipócrita e innecesario que han convertido en norma», insiste el ex colegiado asturiano, que cree que los clubes «deben soportar la presión del público local y dejar en manos del árbitro la decisión».
Ésa es la postura de Mendilíbar: «Antes de comenzar el encuentro, se lo decimos al entrenador rival y al árbitro, que debe ser el que detenga o no el juego. El 90% de las veces se tira el balón por una tontería y muchas veces, según sale la pelota, el futbolista ya está levantado». El vasco considera que esa supuesta cortesía «es un prejuicio para los equipos y, sobre todo, para el juego».
«Apoyo a Mendilibar. No me gusta ese supuesto fair play«, corrobora Oli. José Bordalás, responsable técnico del Hercules, coincide con sus colegas: «Se ha convertido en algo normal y perjudica al fútbol porque lo desluce». Ya en su momento Carlos Cantarero, entonces técnico del Atlético B, levantó la voz: «Estoy cansado del teatro que hacen algunos». Cantarero castigó a uno de sus jugadores por cortar una jugada de gol para que atendiesen a un rival: «Le regañé porque le habían engañado y abusado de su buena fe».
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