El Corazon del Fanatico.

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Por William Sanchez

Según el diccionario, fanático es quien defiende con pasión y admiración desmedida creencias o personas, mostrando intolerancia y violencia contra quienes opinan lo contrario. El fanático tiene un gran vacío en su alma, que trata de llenar de alguna manera, idolatrando a un actor de cine, cantante, deportista, político, etc.; pero, al igual que el alcohólico o el drogadicto, no puede reconocer su estado, pues sufre un cuadro enfermizo similar al de un vicioso. Su corazón es un cuarto oscuro lleno de trastos, que cuando trata de pensar con cordura, el ruido producido al tropezarse no le deja escuchar la voz de la razón. Cree en algo no por reflexión, sino porque quiere que las cosas sean como piensa, entonces se ciega y dice: “esto es así y punto”. El fanático también es como un náufrago en un mar de confusión que tiene que aferrarse como pueda al madero de sus creencias ante el riesgo de ahogarse en la nada.

Vale aclarar que no debemos confundir el fanatismo con la fe, pues esta última es de carácter espiritual produciendo paz y armonía, mientras el fanatismo es visceral, generando odio y resentimiento. Por lo tanto, no es fe lo que tiene el fanático sino un deseo insatisfecho de llenar su alma, precisamente ante la carencia de fe. Claro que el fanatismo religioso existe, y se forma justamente cuando no se tiene una fe genuina y ni siquiera se ha entendido el mensaje de paz y amor que su religión (cualquiera sea) le ha tratado de enseñar. Por ello Voltaire expresó que “la religión mal entendida es una fiebre que puede terminar en delirio”.

Pero hoy existen en el mundo “religiones” no espirituales, integradas por millones de “fieles” que han convertido la idolatría a individuos de carne y hueso en una virtual religión. Esas personas complementos del fanático, generalmente son individuos fatuos, ególatras megalómanos y soberbios, que disfrutan recibir atenciones exageradas, engordando su ego como cerdo listo para el matadero. La Biblia nos enseña que los que reciben glorias en la Tierra no las esperen en el cielo, pues ya tienen su recompensa de manos de los hombres.

El sujeto de idolatría es un personaje –regularmente- con un determinado talento, que descubre en el camino la habilidad para explotar el fanatismo a su favor, capitalizándolo en más seguidores, pues el fanatismo es contagioso, como la gripe, y al igual que un grupo de moscas atrae a otras. Un fanático atrae más seres de su especie.

El corazón de un fanático está enfermo de pasión hacia su ídolo y de odio contra todo aquel que considera opositor a este. Estos sentimientos que la ciencia moderna ha podido identificar con alteraciones químicas en el cerebro, asociadas a la producción de ciertas endorfinas, producen cuadros emocionales descontrolados que enajenan al fanático. El psiquiatra austriaco Victor Frankl resumía en dos aspectos la mentalidad de un fanático: la absorción de la individualidad en la ideología colectiva, y el desprecio a la individualidad ajena.

En conclusión, discutir con un fanático o simplemente escucharlo puede ser una experiencia dolorosa y asfixiante que no tiene fruto. Por tanto, le aconsejo que, en vez de conversar con un fanático, hágalo con su mascota que seguramente lo escuchará con atención y al menos las vibraciones de su estado emocional captará y le dará paz, lo que jamás logrará tratando de entender a un fanático.

DIARIO EL TELEGRAFO

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