REPRODUCCIÓN SOLICITADA.
Pensaba que estaban extintos, que el desagradable oficio de limpiar cañerías, raspar los desechos humanos de los desagües, era una labor que ya no tenía practicantes. Los recuerdo caminar por las calles, con cañas muy largas que por lo menos medían cuatro metros, no sé si guardaban algún tipo de política de protección higiénica (lo dudo), es más, recuerdo que algunos no usaban guantes.
No creo tener que explicarles en lo que se basaba su trabajo, destapar cañerías, retiraban excremento, lo ponían en fundas y lo depositaban luego quién sabe dónde. Recuerdo que llegaba a casa y veía la tapa del desagüe abierta, lo que había allá adentro era el infierno de la caca… poderoso contenido ¡¡¡desagradable!!!!…. ¿Y?…
¿Qué tiene esto que ver con Barcelona?
Pues considero que cuando llega algún nuevo dirigente al equipo y destapa la realidad, se encuentra con algo muy similar. Pienso que los dirigentes de Barcelona de los últimos años se han convertido en una especie de abromiqueros*. y por más desagradable que resulte el oficio que describimos al inicio, alguien tiene que hacerlo, alguien inicia la limpieza y sabe que debe empezar de la nada, o desde un punto en que todo está salvajemente sucio. Y es que sigo encontrando símiles entre los dirigentes que llegan a Barcelona y los que limpian cañerías; destapan la realidad, inician una limpieza de algo bastante asqueroso y para colmo, a mitad de esa labor se encuentran con múltiples obstrucciones, los rodean seres que no los dejan hacer su trabajo, críticas inhumanas, serruchos gigantes, ventiladores que se encienden y están cubiertos de heces; una verdadera carnicería de quienes no quieren hacer el trabajo, pero tampoco permiten que otros lo hagan.
Imaginen a uno de estos limpiadores de cañerías: llega al lugar donde le tocará laborar y una vez abierta la tapa se encuentra con un espectáculo tenebroso, la limpieza que tiene que hacer se acerca a la decadencia, sabe que hay que iniciar, más una vez comenzada su labor, le rompen las cañas, tiene a 8 personas alrededor diciéndole que su faena es ineficiente. Otros, para variar, asoman y lanzan más desechos en su cloaca; el pobre limpiador arribó con buenas intenciones y se encontró, no solo con una suprema porquería cuando abrió la cañería, sino que además hubo miles a su alrededor que no ayudaron a trabajar. Así he visto a Barcelona últimamente.
Llegar como directivo es encontrarse con asuntos oscuros y que no convencen a nadie, y, asimismo, hay miles alrededor que solo tienen la consigna sufridora de fastidiar y estropear los escasos propósitos de cambio. Hay que ser valiente para abordar el barco Barcelona, la poca limpieza efectiva en los últimos años ensució todo de una manera aterradora, una mega suciedad industrial de la cual nadie quiere hablar o nadie quiere ya pasarle un trapito. Reitero mis respetos para los que aspiran asumir este reto; muchas veces es tan injusto el bombardeo de críticas que reciben -algunas veces no- que arrancan con deseos ganadores y se encuentran con un monstruo que no tiene clemencia. Sé que escucharé en los próximos días proyectos de reestructurar las divisiones menores, auditorías, planes atractivos de socios, grandes contrataciones, sede social, etc, etc, etc…
No sé si los cumplan o no, vengo oyendo esto hace años, solo sugiero la presencia de menos perros de hortelano alrededor de quienes llegan con deseos de trabajar. Y por si acaso, también reitero mis respetos a los que limpian cañerías.
* Personas que se dedicaban a recoger los desechos humanos de las casas porteñas en tiempos en que se carecía del alcantarillado.