Somalia solo se asoma a los titulares cuando los piratas secuestran un petrolero. O el yate The Quest con sus ocupantes estadounidenses que están dando la vuelta al mundo. Dar la vuelta al mundo ya era peligroso en la época de Julio Verne y Willy Fog.Y los tiempos han empeorado.
La jerarquía de las noticias no las marca tanto la magnitud del acontecimiento como quién lo padece. No es lo mismo un accidente de avión en EEUU o Europa Occidental con tres centenares de víctimas a que mueran de hambre y enfermedades relacionadas con el hambre 24.000 personas cada día. Lo que sucede en el Tercer Mundo, esa zona del planeta invisible y desprogramada en nuestros pensamientos y prioridades, es irrelevante. Carece de peso económico, que todo lo mide, todo lo valora. Sucedió en la tragedia del tsunami: más desvelo por los turistas occidentales de vacaciones en Tailandia que por los pescadores engullidos por la ola gigante.
Somalia, porque hablábamos de Somalia, es un país sin Estado desde 1991. ¿Quién lo recueda? Los belgas, no, y todos los que han creído que Bélgica ha batido el récord mundial sin Gobierno. En los rércods mundiales solo contabiliza nuestro mundo.
Somalia, el país invisible, vive sumido en la pobreza y en una guerra más clánica que civil desde hace 20 años. Los piratas son la consecuencia no la causa, pero mandamos barcos de guerra contra las consecuencias, nunca actuamos sobre las causas. Lo llaman política de riesgos calculados.
En la foto, ganadora del World Press Photo 2010 a la vida cotidiana, un joven camina por una calle de Mogadiscio con un tiburón al hombro. No es pirata, tal vez ni siquiera sea pescador. Quizá venga del mercado de Bakara donde todo se compra y todo vende menos la paz y la felicidad. El joven que camina con un tiburón al hombro representa al hombre común que camina cada día con Somalia al hombro o sobre la cabeza, aplastándolo. Somalia es un país aplastado y que aplasta, chato, sin aire, al que toda la desgracia y toda la metralla lo redujo a un no-país.
Esa Somalia metafórica no es un tiburón muerto, muerto sería ya una buena noticia, sino otro dormido, cansado, tal vez disimulando un agotamiento inexistente para sorprender al incauto. El tiburón son los clanes, subclanes y subsubclanes que han destruido una tierra de gente amable y hermosa. El joven que lleva el peso colectivo camina entre la Somalia real. No es un decorado de película, de Black Hawk Derribado, sino una realidad brutal destruida en la lucha de decenas de tiburones armados en cada diente. Son depredadores de tierra, de escombros y polvo que rebuscan y rebuscan entre la basura para poder sobrevivir.
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