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De Regreso por Banania: La Misma Vaina
Estuve de vuelta por Ecuador con mi familia por unos días durante el mes de octubre. En este post quiero comentarles lo que vi y viví durante 13 días.
Empezaré con el vuelo de vuelta a Guayaquil. Hicimos escala en Panamá. El vuelo fue bastante agradable y libre de problemas. Empecé a sentirme en Banania cuando abordamos el avión desde Panamá hasta Guayaquil. Una señora de muy malos modales protestaba porque no podía ubicar su bolso de mano. Iba sentada delante de nosotros. Esta señora, a no más de 3 minutos de despegar el avión, se levantó y se dirigió al baño cuando el avión todavía se encontraba inclinado en fase de ascenso. Pensé que se trataba de una emergencia estomacal. Al aterrizar en Guayaquil, cuando el avión empieza a dar la vuelta en la pista para dirigirse a las mangas, esta señora y muchas otras personas se pusieron de pie y empezaron a tomar sus maletas y ponerlas en el pasillo. Parecía un bus interprovincial al que solo le faltaban las gallinas. La filosofía del más sabido se hacía presente bien temprano en esta experiencia surreal. Me he dado cuenta que ahora la gente no va a Miami a hacer compras, sino a Panamá. Por alguna razón esta señora me recordó a la mujer vaca. Para cerrar con broche de oro, vi cómo en aduana utilizaban un detector de metales para ver si la gente no estaba ocultando celulares en sus prendas de vestir. No me lo hicieron a mí, pero me sentí en Bolivia por un momento (esa es otra historia).
La segunda experiencia surreal se dió en el tráfico de la ciudad. Todos quienes han visitado o viven en Guayaquil saben de lo que hablo. En mi caso, acostumbrado por ahora a manejar en ciudades civilizadas, procedí a darle paso a un conductor que trataba de unirse al tráfico en una intersección desde una calle secundaria mientras en la vía principal esperábamos encolumnados a que la luz cambie a verde. Una vez que la luz cambió, el conductor entró en el tráfico de la calle principal y yo procedí a avanzar detrás de él. Atrás del conductor, en la calle secundaria, estaba una señora, quien por poco me choca al meterse agresivamente detrás del señor al que le cedí el paso y, no contenta con eso, me dirigió una mirada de «qué chu…, ¡hazte a un lado!». Una vez más, el ‘sabidismo’ se hacía presente. Vale la pena mencionar que esto ya me ha pasado en oportunidades anteriores, y la educación se me va como a la semana. La jungla me adopta rapidito.
La siguiente cosa que me llamó la atención fue el retraso en términos de desarrollo que tiene la vía Guayaquil-Machala. Empecé a utilizar esa vía hace 20 años, cuando inicié mis estudios universitarios en la ESPOL y venía de ‘provincia’. Es como que si esa vía se hubiera detenido en el espacio y el tiempo. Más allá de las ‘zonas de rebasamiento’ de 3.5 Km (no más de 4 de ellas) que existen en el tramo Km 26 – Naranjal, la carretera es un adefesio de 2 carriles en el que los conductores deben detenerse detrás de los buses que no tienen dónde dejar los pasajeros sino en la vía. Además, esta carretera tiene ‘policías acostados’ en cada asentamiento de viviendas. Imagino que esto es lo más cercano que estamos a un país de Africa ecuatorial. Pensaba en cómo no se les había ocurrido ampliar la vía a cuatro carriles, o cómo no se les había ocurrido construir al menos un ‘shoulder’ en la vía para que puedan parquear los buses o los carros que lo necesiten. Rebasar en estas vías es un peligro latente. Yo no vuelvo a exponer a mis hijos a esta situación.
Sin embargo, no pasó mucho para que transite por una vía que tenía un shoulder: la Vía a la Costa. Pronto se desvaneció la idea del shoulder cuando vi a los sabidos rebasando por ese carril. Solo se me ocurrió desearles que se estrellaran (pero que no se hicieran daño).
Esto me lleva a compartir mi impresión sobre la cantidad de vigilantes que ahora están parados en las intersecciones conflictivas desde muy temprano en la mañana hasta tarde en la noche. Es lamentable ver cómo los conductores se pasan la luz roja o hacen maniobras no permitidas en las narices de estos pobres individuos que soportan el inclemente sol de Guayaquil y no pueden o no quieren hacer nada para controlar estas violaciones.
Volviendo a la carretera Guayaquil-Machala, es necesario mencionar que esa vía está concesionada hasta Naranjal, y desde donde inicia la provincia de El Oro hasta Machala. Vale la pena recordar también que los prefectos de ambas provincias son aliados de Alianza País. Lo que es yo, no he visto hasta ahora en persona las famosas autopistas de la revolución. Y cuando las he visto, como la vía Guayaquil-Portoviejo, me rio de lo que veo. Eso no es una autopista.
La inseguridad no ha cambiado, desde mi punto de vista. Tomarnos unos tragos con unos amigos significó tener que estar pendientes de que nuestros carros no sean desmantelados afuera de la casa donde estábamos. También es importante ocultar el celular mientras se va como acompañante en el carro, no vaya a ser que te lo pelen.
Finalmente, les comparto mi experiencia con el ingreso a las urbanizaciones privadas de la ciudad. Fui invitado por uno de los residentes de una de estas ciudadelas a su casa. Una vez que me anuncié, procedí a querer ingresar. Al ingreso me pidieron mi identificación, la cual procedí a mostrar al encargado de la puerta. El tipo quiso retener mi identificación, a lo que me negué rotundamente. Me dijo que no podía entrar, y no le discutí. No entré y estuve a punto de irme, de no ser porque quien me invitó medió en el asunto. Es impresionante la ligereza con la que en Ecuador tratan las cédulas y/o las licencias. Estos documentos contienen información delicada, y ninguna entidad nos puede retenerlos. Sé que en otras urbanizaciones los guardias ponen el documento frente a las cámaras que tienen para registrarlo y lo devuelven al conductor. Ecuatorianos, ¡hagan valer sus derechos! Luchen contra la ignorancia de quienes fungen como administradores de estas urbanizaciones.
Creo que el problema de subdesarrollo del Ecuador no se va a resolver con más escuelas sin maestros capacitados u hospitales sin médicos capacitados. El problema de subdesarrollo se resuelve con educación. Pero con educación de la casa. Siempre he pensado que el problema del Ecuador es que las personas no se respetan las unas a la otras. El ‘sabidismo’ tiene que ver con el irrespeto al tiempo del otro. El sabido quiere hacer segunda y tercera columna para evitar hacer la fila en el semáforo. El sabido quiere salir primero del avión para no hacer fila en migración. El sabido rebasa por el shoulder.
La ignorancia es otro factor. El cerrar nuestras fronteras al mundo (desarrollo hacia dentro) ha hecho que no se pueda disfrutar de los avances del resto del planeta. Seguir usando 3G en nuestras redes de datos es lamentable. Salir a Panamá no nos va a quitar la venda de los ojos. Si yo fuera presidente, pondría en práctica un programa para que los líderes barriales viajen a países avanzados y vean cómo funciona el tráfico, las instituciones, la gente (ojo que no todo es civilización en esos países, tampoco). Mientras vivamos encerrados y pensemos que el mundo es como funciona el Ecuador, nunca saldremos del subdesarrollo. Esos líderes barriales luego pueden regresar y contar a la gente cómo debe funcionar una sociedad civilizada.
Por lo demás, siempre es reconfortante ver a la familia y a los verdaderos amigos. Comer cangrejos, hayacas (tamales, en guayaco), sopa marinera, bolones, encebollado, encebollado, encebollado, los cachitos y pasteles de La Palma, conchas asadas y ceviche.
Mientras tanto, de vuelta aquí me siento en casa, por ahora.
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