La casa de montañita que se vino abajo y me hacen falta vitaminas

La casa de montañita que se vino abajo y me hacen falta vitaminas

POR DIEGO ARCOS


El comentario de quienes recorrían el sector en busca de ver el campeonato de surf apuntaba a que el favorito a ganarlo era de Perú, su apellido Block*, no tenia una fisonomía muy atlética, era algo desinflado, pequeño, pero en las olas de Montañita flotaba, lo hacía con una gracia sutil y agresiva al mismo tiempo.

Eran los primeras semanas del año 1988, la playa era larga, sin tráfico humano, el interés por llegar a Montañita no estaba alterado todavía. La rutina era la de siempre, muy temprano meterse al agua a sacarle el mayor provecho a las olas, por la tarde a comer al pueblo y en la noche Manglaralto, alla estaban las amigas.
La olas fueron antipáticas para la competencia de aquel año, no llegaron como todos anhelaban, los surfistas buscaban, con todos sus recursos, la forma de sorprender a los jueces, la acción en el agua se limitaba a lo que ofrecía el mar esa tarde, el más talentoso de todos fue quien supo usar cada sentido, alguien que hasta en esas circunstancias demostró su calidad, cuando terminó su recital se sabía que sería el campeón del torneo de Montañita, era el mismo de quien se habló todos los días previos, el peruano Makki Block, campeón de la edición 1988.
Después de toda la informal, pero sincera ceremonia de premiación(recuerdo que uno de los premios de esos años era una tabla de balsa) la siguiente parada era la fiesta de clausura,  la casa del surfista era la locación seleccionada para tal celebración.
La casa del surfista estaba ubicada frente al mar, un inmueble de una sola planta, sin piso inferior, abajo, solo unos pilares de madera y la arena de la playa .
Al fondo se puede ver algo de la casa del surfista, la fiesta de esa noche fue en la planta superior
Solo se hablaba de la fiesta de esa noche, un propio y verdadero encuentro de naciones, locales, surfistas, gente de ciudades grandes cercanas, todos esperaban la parranda nocturna.
Llegamos a la fiesta con Andrés Chiriboga y Nicolás Endara, cuando subíamos por la escalera exterior, bajaban algunos de los organizadores con jabas de cerveza, el desabastecimiento del líquido era notorio y no querían quedarse secos, recuerdo haber visto algunas parejas en la parte de abajo de la casa, había alguien acostado en una hamaca también. No tengo registro si la casa era de alguien en especial, los jueces del torneo de surf la habían usado durante el torneo y ahora era el área social de la noche, no estaba habitada, eran solo las cuatros paredes en un área rectangular, unas mesas tipo picnic y una especie de bar.
La ruta de la noche no podía ser más normal, el calor tenia intensidad, el sudor y bailes eran sólidos, la alegría tan consistente como la ondulación del piso, la vieja madera bailaba al ritmo de todos y era inevitable no sentir el hipo del piso.
La música sonaba por parlantes tipo torres, esas cajas negras grandes y pesadas, había buena confraternidad, el piso mantenía su firme y ya rudo movimiento ondulatorio, de fondo sonaba Soda Stereo, la canción «Te hace falta vitaminas» lograba su objetivo y el público presente le sacaba brillo al piso con talentosos pasos de baile…de pronto la ondulación del piso tuvo un remezón fuerte hacia abajo acompañado de un ruido tipo estruendo bastante intimidante…lo siguiente fue un silencio total junto a una oscuridad más total aún…sabíamos que algo anormal había ocurrido, sentimos la caída, el piso cedió, demasiada gente para esa longeva y rústica madera que formaba el piso de la casa del surfista.
Los quejidos de la gente eran notorios, nada desgarradores, sonidos de gente que empezaba a inspeccionar su cuerpo en busca de alguna lesión, sentíamos polvo, no se veía nada, la oscuridad era densa y asimilar lo que había ocurrido fue rápido…la casa se vino abajo. Las paredes se salvaron, en los marcos de las ventanas, algunos sobrevivientes que estaban ese preciso momento sentados ahí no atinaban a comprender lo ocurrido, uno en especial, tal vez con exceso de licor en su venas, gritaba: «pecadores, pecadores, vayanse al infierno».
Empezó un rápido conteo de personas, no todo el piso se había desplomado, solo un tercio central de la casa, pero suficiente para que al menos cerca de 40 personas hayan sido parte del brusco descenso no previsto.
La fortuna y los dioses de Montañita estuvieron a favor del surf esa noche, la posibilidad de que alguien haya estado debajo de todas esas tablas, de toda esa gente que cayó era real, entre madera hecha trizas, clavos oxidados retorcidos y gente tendida todavía tratando de entender lo ocurrido, de a  poco y ya con algunas linternas que aparecían, se inició la obligatoria y tétrica labor de buscar alguien que pueda estar debajo de toda la casa destruida…nada, nadie tuvo la mala fortuna de estar justo el momento del desplome en ese lugar.
Un hueso roto, una frente que requirió seis puntos de sutura y múltiples traumatismos en los cuerpos de todas las víctimas, nada grave…nada!!!, el grupo que cayó estaba a salvo…eso sí, al día siguiente, la marca registrada para saber si eras parte de la cofradía de los que cayeron de la casa era sufrir de cojera, media playa cojeaba a la mañana siguiente.
Al día siguiente, la gente volvía al lugar para recordar lo ocurrido.
Esta es una de las únicas fotos del lugar y de algunos de los «caídos».
Con el tiempo la caída de la casa del surfista se convirtió en una leyenda, para algunos un mito, dicen que no ocurrió jamas, lo único que se es que fui uno de los que voló por los aires esa noche en Montañita, fuimos cerca de 40 los que sentimos esa sensación de bajar una ola pero en tierra firme, con el tiempo he llegado a pensar que caímos por lo menos 100, y es que cada vez me encuentro con más gente que alega haber estado esa noche en la casa del surfista.
*Block murió en un accidente mientras surfeaba en el año 2012.

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