Así es el futbol…

Así es el futbol…

Lo escucho siempre, es un código poderoso (y a veces perverso), un mantra fijo, un rosario disciplinado, una frase indubitable, así es el futbol dicen tantos, una y otra y otra y otra vez…pero…¿Cómo es?
Será que se refieren a la reserva de drama que mantiene siempre en su cuenta personal para sacarlo cuando menos piensas y golpear nuestras emociones, cuando ya creemos que se logró el objetivo y suelta a esa bestia que destruye ilusiones.
Como aquella noche en Quito cuando Antonio Valencia anotó contra Uruguay, muchos todavía secaban los residuos de cerveza helada que habían veteado sus ropas, sin tiempo para el respiro relajado, planificando el post partido y de pronto, sin advertencia alguna…¡¡¡PUMMM!!!…Uruguay marcó dos goles más…fin de la jornada, ganaron los charrúas, se acabó el viaje, esa fría noche de Quito flotaba en el cielo o en boca de todos el siempre aplicable: «así es el fútbol».

Romántico, desleal, injusto, alejado de la lógica o super alineada a ella,  afecto a la elegancia, maravilloso,
emotivo…¿sigo?…esa costumbre de calificar cada paso que genera este deporte y que para tratar de resumir todo lo que pretendemos querer entender rápido y sin explicaciones, ante esos misterios, es mejor concluir con un: «así es el fútbol».

Aquel jugador que se formó, creció, cautivó y fue el personaje mayor en los logros de tu equipo,
el emblema de la institución y portada de los anuarios, por quien decidiste
nombrar a tu hijo, ese mismo, el que estaba en afiches que colgaban de
talleres, tiendas, cabarets y múltiples habitaciones de hinchas, era el elegido
para admirar y aplaudir. Pero un día repentino decide cambiar de equipo y aceptar
un mejor salario cada fin de mes. La realidad de muchos queda maltrecha y sin
poder comprender optan por desterrarlo de su panteón personal, no hay forma
alguna de concebir el éxodo, o si?. No olviden, siempre está a la manos el recurso de: «así es el fútbol».

Pisamos dimensiones únicas, podemos tocar constelaciones, saltamos más alto que otros y
reímos y lloramos como nunca sabíamos que éramos capaces, la cara dolía de
tanto dibujar en ella sonrisas. Mi proceso obedece a describir al ecuatoriano común después del
triunfo de la selección nacional de futbol sobre Costa Rica en Alemania 2006, era
el éxtasis supremo de celebración y realización como hincha, el regalo supremo,
lo que tenía reservado para nosotros el deporte, ¿Ya lo  saben verdad?: «así es el fútbol».

Un caminar lento acompañado de un rostro perplejo, buscando razones para comprender la poca
ofrenda a sus servicios, dando la espalda a la puerta del estadio que no se abrió
para el. No sabían quien era, no conocían que ese señor que hoy esta en el
olvido, registró 112 goles con el equipo que juega en ese mismo  escenario. Jugadores rivales quedaron
estrujados en  el piso tratando de quitarle la pelota, ese estadio donde no lo dejaron entrar todavía tiene en sus paredes eco por la cantidad de veces que corearon su nombre, pero hoy, ya con el pelo gris, barriga más
amigable y movimientos frágiles es difícil recordarlo.
Hay injusticias también, memorias mal calibradas y decencia que se usa de trapeador, el destino del ex jugador que no lo reconocen y no dejan entrar al estadio, su estadio, y: «así es el fútbol».

¿Se lo han preguntado alguna vez ustedes?

¿Como es el fútbol que todos parecemos conocer y describir con un simple y casi desnudo: «así es el
fútbol»?
¿Cómo es?

La verdad prefiero no entenderlo, prefiero disfrutarlo y aceptar lo que me regale o arrebate, la esencia le dicen otros, esa sensación o infraleve que genera en muchos, eso es, que cada uno lo entienda y disfrute a su manera, pero que no lo rotulen con descripciones erradas o de lirica pobre.

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